miércoles, 18 de febrero de 2009

Momento extendido

Después de mucho sudar, y de varios gemidos de ella, por fin llega tu momento. Durante tres eternos segundos, todos tus músculos se congelan en un esfuerzo simultáneo, no sientes el cuerpo, y te dejas caer sobre ella.

Tras un par de segundos el calor de su piel hace que instintivamente te separes, y caes rendido de espaldas, junto a ella.

Y entonces ella decide que es justo alargar tu experiencia.


"Cierra los ojos..."


Obedeces, descansas, y de pronto lo único que existe en el mundo es la sábana fresca que sientes en la espalda, en los glúteos, en las piernas. Y nada más.

Estás completamente consciente de tu cuerpo desnudo, acostado de espaldas, con las piernas ligeramente abiertas, las manos a los costados.

La sangre dentro de tu cuerpo está corriendo rápidamente de un lado a otro. Por un momento sientes las manos dormidas. Las mueves y no sabes dónde ponerlas. Sobre tu abdomen. Detrás de tu cabeza. De nuevo a los costados.

En este universo, por un momento, sólo existes tú y la sábana debajo de ti. Y su mano que de pronto empieza a acariciarte suavemente la mejilla derecha.

Tu reacción natural es abrir los ojos, buscando los suyos.

"No, no los abras..."

Vuelves a obedecer, y sientes cómo su mano acaricia tu oreja, baja a tu barbilla, y empieza a acariciar tu cuello, suavemente. De pronto descubres que ese orgasmo que creías recién muerto ha dejado una estela de fantasmas recorriendo toda tu piel. No puedes evitar emitir un desvergonzado "Mmmm...". Sabes que ella sonrió. Sabes que sonrió porque la mano detiene su recorrido y regresa tiernamente a ese punto en particular.

De pronto, además de tu cuerpo, la sábana y su mano, tomas conciencia del colchón. El colchón que se mueve y cruje un poco ante el movimiento de ella, que se acomoda para acercarse. Tus labios buscan los suyos. No los encuentran, e instintivamente vuelves a abrir los ojos.

"¡No los abras!"
dice la voz coqueta y juguetona.

La mano sigue su recorrido hacia tu pecho, y desaparece. De pronto sientes las puntas de su cabello rozando tu pecho. Un beso aquí, otro allá. "Mmm...". La sangre empieza a faltar en tus manos, luego en tus pies. No, ese orgasmo no quiere morir. Lo sientes en toda tu piel. Los labios desaparecen y regresa la mano, que empieza a jugar haciendo lentos remolinos en tu abdomen. Sube un poco, juega con tu pezón derecho, y vuelve a bajar. Pecho, abdomen, vientre. Lenta y atrevidamente se dirige a tu muslo. Un impulso invisible le da una repentina convulsión a todo tu cuerpo. "Aaah..."

Los dedos --ya varios-- se detienen a jugar un poco en tu ingle. Tu piel está extremadamente sensible. Otro "aaah". Otra convulsión. Ella ríe un poco y se atreve a acariciar tu entrepierna. Un tembloroso "Huuuuy". Te falta la sangre en las manos, en los pies, te empieza a faltar en la cabeza. Sientes cómo los vellos de todo tu cuerpo se ponen de punta, jugando a hacer olas que te recorren de pies a cabeza y viceversa.

Ella sigue acariciando tu ingle, tu entrepierna, tu sexo. Alterna caricias con besos. Toda la piel se te pone de gallina. Tu sangre no sabes a dónde fue. Se te duerme todo el cuerpo. Ya no sientes la sábana, ya no sientes tus brazos, ya no sientes las piernas. No sientes nada más que sus caricias y sus besos. No sabes si estás respirando, no te importa. Instintivamente empiezas a agitarte un poco tratando de recuperar la conciencia sobre tus extremidades. Las sientes frías. No te importa. Ella te sigue acariciando. Tu piel está tan sensible que su más leve roce se siente como un duro cepillo de alambres ardientes. Pero se siente bien. "Aaaay mi amor!!" Te das cuenta de que se te han tapado los oídos. Ya no sientes tu cuerpo. Ella sigue acariciando tu pierna, tu abdomen, no sabes, ya no reconoces cada parte de tu piel. Ya no sientes tu cuerpo. Ya.
Das un último gemido y le pides que se detenga.

Desaparece.

Respiras un poco mientras no puedes evitar otro vibrante "huuuy.."

Tu sangre empieza a normalizarse.


"Está bien, ya los puedes abrir."

Te recibe de regreso en este mundo con un tierno beso apasionado.



Empiezas a sentir de nuevo la sangre por tus venas.

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